Cayó una gota, Virginia Woolf.
Cambié de rostro.
​
Me alejo ahora de la estatua del río
que inútilmente me tiende los brazos,
la manos,
los dedos.
La dura mirada.
​
Una gota ha caído en todas las clepsidras
y un rostro ha temblado
a la vista de su propia desaparición.